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El Intercambio

SE CUMPLEN TREINTA AÑOS DEL MAGNICIDIO DE ISAAC RABIN.

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Hace treinta años, los disparos que acabaron con la vida de Isaac Rabin en una plaza de Tel Aviv detuvieron algo más que a un hombre: frenaron el impulso de una generación que creyó posible la paz. El primer ministro israelí, artífice de los Acuerdos de Oslo y símbolo de una esperanza compartida, cayó asesinado por un compatriota de extrema derecha que lo consideraba un traidor por negociar con los palestinos. Su muerte dejó una herida abierta que, tres décadas después, aún divide a la sociedad israelí, mientras que actualmente el país está gobernado por Benjamín Netanyahu, antiguo rival de Rabin, quien, al frente de una coalición dominada por ministros ultranacionalistas, promueve la expansión de asentamientos y el uso de la fuerza como respuesta al conflicto.

Como líder estableció un curso firme, como recoge su biógrafo Itamar Rabinovich, a favor de la paz tanto con la vecina Jordania –a la que venció en el 67–, como posteriormente con Líbano y Siria. Y con los palestinos como arquitecto de los Acuerdos de Oslo, una de las iniciativas más admiradas y denostadas en la historia del país.

Firmados en 1993 y 1995, establecieron el marco general para la paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada por Yaser Arafat, incluyendo la creación de la Autoridad Nacional Palestina y la autonomía limitada en partes de Gaza y Cisjordania.  Murió por las balas de terroristas israelíes. 

 

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