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El Intercambio

NEPOTISMO, AMIGUISMO Y MERITOCRACIA. Por Ileana M. Chirinos Escudero Mediadora Contadora Pública Nacional Magister en Administración de Empresas. Universidad de Belgrano Ecole Nationale Des Ponts et Chaussés - Paris France

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Según la Real Academia Española, la palabra «nepotismo» proviene del italiano «nepotismo», de «nepote» (sobrino, nieto), y este del latín «nepos, -ōtis» (sobrino, descendiente), e «ismo». El término significa:

  1. Utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos o concederles otros tipos de favores, al margen del principio de mérito y capacidad.

En Argentina, el nepotismo está formalmente prohibido por el Código de Ética de la Función Pública, que en su artículo 43 establece: «NEPOTISMO O FAVORITISMO. El funcionario público no debe designar parientes o amigos para que presten servicios en la repartición a su cargo, prescindiendo del requisito de idoneidad debidamente acreditado.»

En otras palabras, el nepotismo es la selección de candidatos para cargos públicos y privados en función de sus lazos familiares (nepotismo) o amistosos (amiguismo), ignorando las reglas de la meritocracia y, sobre todo, el interés general. No se trata de que las personas seleccionadas carezcan de mérito o currículum, sino de que se excluye a otras que podrían ser igualmente o más idóneas para el cargo, pero que no cuentan con las conexiones necesarias.

El nepotismo y el amiguismo son prácticas que erosionan la democracia, ya que permiten a círculos de contactos y clanes tomar el control del Estado. Aunque existe legislación, esto no elimina el problema, pues se trata de prácticas profundamente enraizadas en la cultura, aceptadas y naturalizadas por los ciudadanos. Desde el presidente hasta el intendente, muchos respiran tranquilos al tener familiares y amigos en cargos estratégicos. Esta situación sigue sin estar lo suficientemente cuestionada, y los temas relacionados con el nepotismo rara vez aparecen en la agenda política, salvo cuando surgen verdaderos escándalos, como el protagonizado por Alberto Fernández y su favoritismo hacia mujeres jóvenes para acceder a puestos clave.

Esto, sepámoslo, debilita la institucionalidad pública porque, aunque el pariente o amigo esté bien preparado, lo relevante es que estos vínculos permiten que los intereses particulares sustituyan al interés general. Además, el nepotismo y el amiguismo generan efectos indeseados en las relaciones laborales, creando ambientes menos exigentes y productivos que aquellos donde las relaciones no están mediadas por la familia o la amistad.

Pero saquémonos los prejuicios y tratemos de entender este fenómeno. Entonces, ¿cuáles son las razones que explican la persistencia del nepotismo en Argentina?

Primero, muchas personas muy preparadas no tienen la oportunidad de conocer a gente de otros círculos sociales en las etapas formativas de la vida. Las lealtades familiares y las que se forman en la educación escolar se trasladan luego a la universidad y a los ámbitos laborales y políticos. No debería sorprendernos, entonces, que en la política se recurra a una práctica que se replica en el resto de la vida social, tanto en las clases altas como en las medias. También las clases medias bajas y grupos vulnerables recurren a sus contactos personales para conseguir lo que no les ofrece ni el mercado ni el Estado, aunque lo hacen en menor medida. Que tire la primera piedra quien no ha sido recomendado o no ha recomendado a un pariente. Hay que dejar la hipocresía, pero también existen límites que es necesario respetar.

En segundo lugar, el capital político y social se hereda, como sucede en otras profesiones. Las dinastías de médicos, abogados o artistas son comúnmente aceptadas, pero el nepotismo en política genera mayor rechazo porque implica la gestión de lo público. Los apellidos en la política argentina funcionan como marcas reconocibles para un electorado cada vez menos interesado en las plataformas políticas o planes de gobierno. En este contexto de incertidumbre electoral, los partidos suelen apostar por candidatos con apellidos políticos conocidos, aunque no necesariamente los más idóneos. Es decir, se llega por ser hijo/a, sobrino, nieto, de tal o cual político, como si las habilidades y capacidades se heredaran por los vínculos de sangre.

El tercer factor a considerar es la forma en que se financian las campañas políticas. Los candidatos con una fortuna familiar o con acceso a fondos a través de familiares instalados en la política o en la empresa privada tienen una ventaja significativa sobre aquellos que carecen de estos recursos. Sin una mayor transparencia en el financiamiento de la política, es casi imposible poner fin a estas prácticas.

Por otra parte, la presencia de redes familiares en la política hace que, muchas veces, trabajen en tándem para obtener ciertos favores o ejercer presiones. Por ejemplo, hipotéticamente: un senador nacional facilitará el acceso a recursos a un asesor pariente, y un intendente hará lo mismo con su pariente concejal. La cadena de favores se extiende.

Finalmente, el nepotismo también está vinculado a la confianza. En una sociedad donde la confianza en las instituciones es baja, muchos políticos justifican el nombramiento de familiares y amigos basándose en la confianza personal, especialmente en cargos de alta exigencia. En un contexto de desconfianza generalizada, la meritocracia, aunque deseable y declarada con fines publicitarios, no siempre pareciera ser suficiente para ocupar puestos de responsabilidad.

Como se ha señalado, el nepotismo no solo se manifiesta en la política, sino también en las empresas argentinas, especialmente en aquellas de carácter familiar, que representan una parte considerable del tejido económico del país. Aunque la continuidad familiar en la gestión empresarial puede parecer natural, los problemas surgen cuando se priorizan las relaciones personales por sobre la preparación y la idoneidad de los candidatos.

El nepotismo en el ámbito empresarial limita la eficiencia y afecta negativamente la cultura organizacional. Al colocar a personas sin la experiencia adecuada en roles clave, se debilita el desempeño general de la empresa. Esto no solo reduce la competitividad de la organización, sino que también genera frustración entre los empleados que, aunque calificados, ven truncadas sus oportunidades de ascenso debido a favoritismos. Las prácticas de nepotismo empresarial tienen un impacto, al reducir las oportunidades para los mejores talentos y perpetuar la mediocridad en los altos mandos. Sin embargo, se trata del sector privado, que tiene otras reglas donde la innovación y la competitividad juzgarán esas situaciones.

El nepotismo está tan enraizado en la sociedad que quizá el error que cometemos como ciudadanos e investigadores preocupados por la corrupción es pensar que solo a través de leyes cada vez más estrictas se podrán reducir estas prácticas.

En rigor, ya existen diversos mecanismos que resguardan y dan primacía al interés público de quienes ejercen funciones públicas, tales como las declaraciones patrimoniales, códigos de ética, sistemas de incompatibilidades e inhabilidades, deberes de transparencia y acceso a la información, así como procedimientos adecuados e instituciones con atribuciones para asegurar y fiscalizar su observancia.

Para moderar el nepotismo en Argentina, como es predecible, es necesario un cambio cultural. Es evidente que los límites legales, aunque importantes, no serán suficientes si no están acompañados de un esfuerzo colectivo por cambiar las normas sociales que toleran y perpetúan estas prácticas. La educación tiene un papel central en este cambio.

Además, es importante que se fortalezcan mucho más los protocolos y normativas que regulan las contrataciones en el sector público y privado. Esto incluye la implementación de políticas de transparencia en los procesos de selección. Una propuesta efectiva podría ser el control del nepotismo cruzado, en el poder ejecutivo, donde la evaluación y contratación de un candidato es realizada por una entidad externa que no tenga vínculos familiares ni personales con él. Este mecanismo busca asegurar que las decisiones de contratación sean más transparentes y podría ser un pequeño paso para mejorar la situación.

 

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