ste sábado, un nuevo fragmento de video del expresidente argentino Alberto Fernández volvió a poner en evidencia su preocupante falta de valores y la ausencia de moral en su ejercicio del poder. El video, grabado desde el despacho presidencial durante una visita de la columnista Tamara Pettinato, llega en medio del escándalo por la denuncia de violencia de género realizada por su expareja, Fabiola Yáñez. Estas imágenes no solo profundizan la indignación generalizada, sino que también reafirman las serias deficiencias éticas de un líder que ocupó la silla presidencial entre 2019 y 2023.

En el video, divulgado por Infobae, se observa a Fernández manteniendo una conversación en tono de burla y flirteo con Pettinato, quien se sienta en el sillón presidencial y le dice: «Ahora que soy presidenta te voy a mandar a matar». Esta frivolidad contrasta brutalmente con la dignidad que se espera de quien alguna vez tuvo la responsabilidad de guiar a la nación.

Fernández, lejos de mostrar el respeto y la seriedad que su cargo demandaba, no solo participa activamente en el juego, sino que insiste en una declaración de amor por parte de Pettinato, en un intercambio que subraya su falta de integridad y sentido del decoro. En lugar de representar los valores y principios que deberían guiar a un presidente, Fernández expone una actitud despreocupada y carente de la más mínima conciencia moral.

Este comportamiento inaceptable se suma a la larga lista de cuestionamientos éticos que han perseguido a Fernández, incluyendo acusaciones por fraude y negociaciones incompatibles con la función pública, y la reciente denuncia de violencia de género. La frivolidad mostrada en este video no es un hecho aislado, sino parte de un patrón más amplio que revela la profunda crisis de valores que caracterizó su mandato.

El actual presidente, Javier Milei, reaccionó a la difusión de estas imágenes con un contundente mensaje: «Vergüenza es poco». Milei criticó duramente la falta de respeto por el símbolo de la presidencia y subrayó que durante su gobierno, el sillón de Rivadavia solo será usado en ocasiones excepcionales, en respeto a los próceres que lo ocuparon antes.

En un momento donde Argentina enfrenta desafíos significativos, es imperativo que quienes ocupan los más altos cargos del poder den ejemplo de integridad y valores. La presidencia no es un lugar para el juego ni la frivolidad; es una responsabilidad que exige una conducta ejemplar y un compromiso firme con los principios éticos. Alberto Fernández, con su comportamiento, ha demostrado ser indigno de la confianza que el pueblo argentino depositó en él.