El ex presidente de Argentina, Alberto Fernández, quien en su momento se proclamó contra la violencia de género, ha quedado expuesto como un ejemplo de hipocresía y contradicción. Durante su mandato, Fernández se erigió como defensor de los derechos de las mujeres, pero las recientes revelaciones de Fabiola Yáñez, su ex esposa, han desnudado la doble moral que marcó su gobierno.

En una entrevista con Infobae, Yáñez detalló las agresiones que sufrió por parte de Fernández, revelando la oscura realidad detrás de la figura pública que pretendía ser un campeón de la causa feminista. Estas denuncias no solo evidencian la falta de coherencia en la vida personal del ex presidente, sino que también resaltan el peligro de que los políticos utilicen banderas importantes como la lucha contra la violencia de género para fines oportunistas.

El caso de Fernández es un claro ejemplo de cómo un discurso noble puede ser degradado en función de intereses políticos, corrupción y la perpetuación de un empleo público ineficiente. Bajo la fachada de compromiso con causas sociales, su gobierno no solo fracasó en proteger a las mujeres, sino que también contribuyó a un sistema marcado por la corrupción y la falta de eficiencia en la administración pública.

Es imperativo que se tome conciencia sobre el riesgo que representan los políticos que usan causas legítimas y cruciales para la sociedad como herramientas para su propio beneficio. La descomposición moral y ética que se genera cuando estos líderes caen en la hipocresía no solo traiciona la confianza del pueblo, sino que también erosiona el progreso en áreas tan sensibles como la lucha contra la violencia de género